Abusones digitales

Al levantarme esta mañana, he visto que a las diez de la noche de ayer, un teléfono desconocido para mí me mandó el siguiente whatsapp:

texto whatsapp completo
Texto enviado a mi móvil desde un teléfono desconocido.

 

Evidentemente, he quitado el nombre de la empresa que me mandó el mensaje, para no hacerle publicidad. Después de ver el whatsapp, indignarme un poco y bloquear ese número de teléfono, enciendo el ordenador y veo que, en Facebook, un conocido me ha etiquetado en una  foto de su familia (que no tengo el gusto de conocer) y tengo que decidir si la añado a mi biografía. Pulso no.  Entonces recuerdo que, también esta semana, en Twitter un desconocido me pidió un retuit para dar a conocer las magníficas prestaciones de no se qué producto de su empresa.

En los tres casos, son prácticas molestas que invaden mi intimidad más allá de lo que yo considero aceptable, aunque hay diferencias. En los casos de Facebook y Twitter, son simplemente personas que abusan de la relación digital entre nosotros, igual que los que no dejan de hacerse autobombo con tuits repetitivos y retuits de sus tuits, o los que te mandan invitaciones constantes a eventos o a juegos. Parece que con internet se diluyen las normas de cortesía y educación, y aceptamos más estas invasiones diarias que otras como por ejemplo tener un vecino ruidoso. La respuesta, bloqueo de los usuarios pesados.

Lo mismo en el caso de los whatsapps publicitarios. Es una nueva técnica de marketing que utiliza este recurso para difundir mensajes por doquier, sin que tú seas cliente o hayas contactado nunca con la empresa emisora. Es desde mi punto de vista una práctica totalmente errónea para la empresa, porque parte de la falta de respeto al potencial cliente: te meto mi mensaje por los ojos, quieras o no. Como destinataria del mensaje, a mí me molesta bastante que me envíen un contenido publicitario directamente al móvil, que es de lo más personal que tenemos, por no hablar de la hora y día elegidos para enviar el mensaje en este caso, la noche de un fin de semana en que lo que uno quiere es desconectar del mundo. No todo vale para vender, o por lo menos yo no estoy dispuesta a aceptar todo para comprar.

 



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